Artículo de Isidro Toro Pampols
La historia de la humanidad es una constante lucha entre barbarie y civilización. En lo individual, a lo interior del ser humano, la lucha es entre sentimientos patriotas y logreros.
Un patriota es, según el diccionario de la Real Academia Española (DRAE), una “persona que tiene amor a su patria y procura todo su bien”. El patriotismo se ejerce todos los días siendo un ciudadano que cumple con el ordenamiento jurídico en un estado de derechos, trata con respeto al prójimo y es solidario cuando las circunstancias lo exigen. Contribuye, en pocas palabras, con la armonía social.
Por logrero el DRAE nos dice de la “persona que da dinero a logro”. En la Biblia, el término "logrero" está asociado a la idea de explotación y ganancia desmedida a costa de otros, lo que contrasta con el concepto de caridad y justicia. En el Nuevo Testamento, Jesús se enfrenta a los logreros en el templo, denunciando su avaricia y explotación.
La sociedad en general sea en el sector empresarial, religioso, profesional, deportivo, sindical, por solo señalar algunos, está integrada por patriotas, o sea, personas que procuran su bien y por logreros, aquellos que andan buscando una ganancia personal a cualquier costo. En ambas categorías hay sus niveles, de acuerdo con la capacidad de audacia para correr riesgos en función de su patriotismo o de buscar lucro excesivo.
El punto nodal se encuentra en la sociedad política, que son aquellos actores que de una u otra manera interactúan y dirigen la sociedad. Aquí se incluyen a los dirigentes políticos o lideres de organizaciones políticas, que son los principales, como también muchos sectores de la sociedad que ejercen como grupos de presión en función de sus intereses. En esta área el problema se agrava cuando los “logreros” superan a los patriotas.
Por muchos esfuerzos que haga un gobierno para llevar adelante unas políticas públicas en beneficio del país, si en la implementación de estas los organismos encargados de su ejecución, así como los de seguimiento, evaluación y control están socavado por “logreros”, difícilmente se alcanzarán los objetivos.
Si los órganos de control de la sociedad: poder legislativo, judicial, medios de comunicación, entre otros, igualmente están contaminados, entonces la tarea será ardua.
En Hispanoamérica esta experiencia ha llevado a naciones, persiguiendo soluciones mágicas, a buscar algún líder mesiánico. Se olvidan de que la magia no existe y de producirse es con la ayuda de algún demonio que nada bueno deparará en el futuro.
Así que la solución está en la alta jerarquía que debe trabajar con objetivos claros y la ciudadanía patriota incorporarse a las organizaciones políticas, gremiales, deportivas, sociales, entre otras, para presionar, desde la base, a que se implementen políticas públicas dirigidas por patriotas altamente vigilados con mecanismos efectivos de evaluación y control, para evitar que los logreros se impongan y terminemos en sistemas signados por la barbarie.
Recordemos, no hay soluciones mágicas y recuperar espacios patrióticos tampoco es rápido.
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